miércoles, 20 de octubre de 2010

VASOS COMUNICANTES

El paisaje urbano como territorio físico tiene varios puntos de complementariedad que establecen conexiones comunicadoras suficientes para que lo espiritual brote al exterior y establezcan un dialogo con lo cotidiano y lo tecnológico, reconociendo en cada gesto, imágenes simples y al mismo tiempo estimuladoras del ser, para que al final, se manifieste con símbolos que parecen proceder de culturas milenarias que se resisten a desaparecer, porque lo comportamental sigue aun conectado con el espíritu.
Esta comunicación entre el ser espiritual y el físico definitivamente no es posible romperla porque esta unión es la que permite que el equilibrio emocional permanezca y desde el interior se traduzca en gestos y símbolos, para que de alguna forma se establezca una

comunicación del paisaje presentado con el observador, el cual reacciona de acuerdo a sus características emocionales particulares.

La morfología de la obra se concentra en dos elementos principales, como son: el lenguaje corporal, traducido en los gestos o símbolos que expresan los fragmentos corporales, que denotan las reacciones emocionales de un estado anímico o conductual y por ultimo encontramos un elemento aglutinador del espacio en que se encuentran todos, este son las baldosas rojas y amarillas, gris y verde, dispuestas intercaladamente en su color, para contener cada uno de los fragmentos.
La composición en tiempo y espacio de “Vasos Comunicantes”, nos evoca los mecanismos de adaptación y defensa del ser físico ante la intervención constante al paisaje primitivo, por el afán modernista de la sociedad que cada día coloca un ingrediente más al urbanismo desenfrenado.
Los símbolos en la obra parecen una constante, que se conforman ante la presencia de la tensión o la contemplación de los alrededores que impactan al ser físico y espiritual, que en la mayoría de las veces el estimulante es lo urbano, lo cotidiano y lo abstracto. Estas reacciones, cuando están sometidas a la fuerza de la costumbre o la conducta, lleva al observador más que a impactarse, a un proceso de identificación que magnifica el significado del paisaje.

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